lunes, 15 de noviembre de 2010

mis palabras se incendían ante ti. Pierdo el aliento y no tengo mucho que decir. Y no es que no tenga mucho que decirTE. Simplemente el silencio lo abstrae todo. Preguntarte cosas sin sentido. Saber tu opinión sobre el sol, las estrellas y la luna. Por qué esto, por qué aquello. Cuál es tu obesión, cuál no la es. Seleccionar cada palabra con cuidado. Al mismo tiempo desearía no comunicarme con nadie más nunca más. Nunca más decir las razones jamás más. Somo seres humanos profundamente dañados. ¿Lo somos? Y entonces lo llevamos al extremo y tratamos de drogarnos con todas las medicinas posibles para poder sobrevivir. Unas horas más, días, años. Antes de tomar la gran decisión indicada. Prácticamente no quería decir nada esta tarde.

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