lunes, 15 de noviembre de 2010

en el pasillo que brilla empieza esta historia. Una mañana fría y oblicua. Al caminar hago una pausa justo en medio de aquel pasillo. A lo lejos veo arbustos y árboles. Más que un pasillo se trata de un túnel para pasantes. No he comido en 5 días. Solamente lo necesario y no deseo recuperarme. Inyectarme el veneno poco a poco y entrar en trance. Al otro lado del túnel la ilusión de la vida perfecta. De un momento a otro decido correr tan rápido como mis capacidades de corredor rápido me lo permiten. Y de la nada me encuentro afuera del pasillo, es decir, del túnel. Los ojos entonces se llenan de la luz del sol. No puedo ver debido a la luz que repentinamente llega a mi rostro. Pero poco a poco las figuras empiezan a reaparecer. Los árboles no son árboles sino pilas de basura acumulados y en putrefacción. Los arbustos no son arbustos sino gatos muertos tirados entre varias cajas de cartón. Y la nada. Me preguntó entonces: ¿Qué diablos hago aquí? Esto no lo había imaginado así. Entonces veo fijamente a un gato que yace a metros de mí. Lo que había pensado como un color café, no es más que un color grisáceo impuro. Y de la nada parece que veo una sonrisa dibujada en el gato. Una broma perversa, pienso. Los gatos no sonríen. Los animales solo poseen una naturaleza fría y distante. Entonces me doy cuenta que, en realidad, el que está sonriendo soy yo. Me espanto totalmente. Jamás podría haberme imaginado que podrá sonreír con tal imagen perturbadora. Ahora solo deseo regresar a mi casa, a mi casa. Y sin embargo, al momento de reflexionar sobre ello, una gran camioneta viene a toda velocidad a colapsarse contra mí…

4:08 am. Estás a m i lado. T e veo tan hermosa y a la vez como una completa extraña. Tus ojos cerrados- atiborrados- y una sonrisa en tu boca que se burla, se burla de la situación. La inocencia. Mi inocencia. Ella siempre piensa todo por adelantado, pensamiento cósmico ineludible. La luz sigue prendida y a pesar de mi temor, empiezo a apagarla lentamente. Podría seguir pensando en la muerte esa noche. No importa, me arriesgo simplemente. De nuevo, poco a poco, empiezo a acercarme a t i y a abrazart e. Aquella risa, antes nunca escuchada, aparece de nuevo. De nuevo te abrazo para conservar el momento. Te abrazo tan fuertemente y caigo, entonces, en un profundo sueño. Intermezzo.

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