sábado, 13 de noviembre de 2010

esperar tres veces a que dejará de timbrar el teléfono. En mi conmoción descubro que me contesta y la emoción no tiene límite. Lo mejor es sentir su sonrisa sin verla. Las palabras empiezan a girar y no se acomodan. Preguntas que no tienen esperanzas. Fragmentos y voces que no se entienden. Escuchar con atención el silencio que a cada instante me mata. Insignificante. Todo pasa en menos de lo que hubiera imaginado. Enmudezco y pienso en escapar aún cuando todavía oigo tu respiración, tu vida al otro extremo de mi vida. Intento fallido. Y pienso en Ingeborg Bachmann. La verdad se incrusta en mí. Ya no lo puedo negar: estoy totalmente acabado. Y el interminable “hasta pronto” hace de guía mi caída.

No hay comentarios:

Publicar un comentario