jueves, 11 de noviembre de 2010

luz interior. El sonido al fondo. Mi corazón empieza a latir tan fuertemente. Y una sonrisa, una sonrisa total por el momento que se está creando. Cada nota música llena un espacio dentro de mí. Aparecen figuras. Blanco, gris y negro. Una persona yace. Figuras. Veo imágenes que en el momento no entiendo, pero dejan una marca en mí. Un hecho que jamás se niega. Y pienso, desearía estar ahí siempre. Que sientas mi energía y te de vida en aquél punto exacto, en aquél momento en donde todo adquiere vida y renace. Entonces apareces y brillas en mis ojos y al mismo tiempo en mi corazón. Tu vestido blanco con tu hermoso cabello y tus labios queman las pupilas. Una vez más me siento conectado contigo a través de la sensación que transmites y en la que yo me encuentro. Una esfera impenetrable, peligrosa y mortífera. Al mismo tiempo soy testigo de la fragilidad que impones. Pero al final él único indefenso soy yo por voluntad propia. Caes al escenario y el estallido retumba en mi cuerpo. Heridas que terminan en la nada. ¿Dónde estás? ¿Dónde estás hermosa? Simplemente me queda perderme, olvidar los sueños. Sueñas con una imagen constantemente. Tu ser se aferra a esa imagen día tras día. Recapitulas tu vida en busca de esa imagen, la cual nunca se concreta. Sólo cambia y cambia. Cambia.

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