una pequeña conversación guiada entre miradas. Te
escucho. Me escuchas. Eso de antemano se sabe. Sin embargo, más allá no existe
nada. A final de cuentas quedan suposiciones entre ambos. Es a lo único que se
pueden abstraer, asirse. Más no habrá. Ella sigue escribiendo en su
computadora. Mirada indiferente. Seriedad absoluta. Por momentos sus manos se
las lleva a su boca, a veces simplemente descansan en sus pómulos. Su mirada
fija en la computadora. Él está cautivado por ella, pero indeciso para actuar.
Ella espera a su pareja. Imposibilidad absoluta, piensa. Él entonces mira
fijamente a su café y su nombre escrito con una sonrisa. El sitio es cautivador
para él, pero ciertamente no por su bebida. Quizá sólo por los símbolos del lugar.
El buscar algo y jamás encontrarlo. O mejor, encontrarlo y al mismo tiempo
traicionarse para continuar con el encanto. En eso diluye su pensamiento al
observar su café, las servilletas y cualquier otra cosa que lo aleje de ELLA.
Nuevo ser. Nueva partida. En un cuarto lleno de personas, ella lo cautiva desde
el primer momento. ¿Por qué es así? Su mirada, su piel, su atención, su
cabello, su actitud. Todo al final de cuentas le parece atractivo. Todo lo que
le hace olvidarse de sí mismo. Un cuarto lleno de gente, en el cual cada
persona lleva un celular. Todos encadenados a él. Podrían simplemente mirar los
ojos de otras personas, platicar libremente, él cree. Descubrir una nueva
faceta de sí mismos. Podrían. Sin embargo la información está ahí y prácticamente
es imposible separarse de aquel aparato sorprendente, en el cual la gente es
descrita, admirada y abandonada. Uno ya no se separa de ello. Ahí la conexión,
porque lo real es la conexión. Una conexión abstracta, piensa ÉL. Uno enferma
cada día sin cesar, empieza a conversar con un señor a su lado. En algún punto,
en algún punto nos dejamos ir. Uno necesita del arte. Uno necesita del arte
para sentirse a salvo, continua. Si uno no tiene acceso al arte, simplemente se
quiebra. Uno debe tener acceso al arte la mayor parte del tiempo, sino uno
puede olvidar su humanidad. Aquello lo pronuncia sin quitar sus ojos de encima
de un par de cuadros que están enfrente de él. Reflejos de la ciudad, reflejos
de la naturaleza. Colores pardos. Uno necesita asirse a aquellas expresiones
"de arte" y ser crítico, exalta. No desea involucrarse en una
discusión de lo qué es arte, sino simplemente sensibilizarse y transmitirlo a
la persona que está a su lado. Nada más importa, se queda pensando. El señor no
dice ninguna palabra. Solo toma sus cosas cuando EL termina de hablar y se
marcha. Así de nuevo se concentra en ella que se aleja más y más. Uno necesita
de la gente y al mismo tiempo uno necesita alejarse de ella continuamente. De
lo contrario: la perdición, se dice a sí mismo. Intercambio de palabras, frases
tan significativas como insignificantes. Reír por un cierto lapso de tiempo.
Una cierta conexión mínima con la otra persona. Coincidir con un cierto tema y
sorprenderse de ello. Dos extraños conversan espontáneamente al parecer. Todo
aquello lo reconforta. Todavía dos personas pueden iniciar una conversación y
que de la nada una carcajada se produzca. Ahora lo entiende. Ella le recuerda
personas de su pasado. Puede ser. En un rostro uno puede encontrarse. Uno puede
evocar sentimientos que alguna vez se produjeron. Quizá no es una cuestión más
que de ego. Reconocerse en el rostro de alguien más. Por otro lado, uno
realmente se enamora producto del misterio, de lo desconocido. Lo que uno no imaginaba,
poder descubrir algo nuevo. Al final de cuentas, la vida nace de la curiosidad.
Del siempre buscar algo nuevo. De igual modo, el coincidir. Iniciar una
conversación en la que inesperadamente se llegue a un mismo punto y, por tanto,
se unan las personas por un cierto tipo de humanidad. Eso lo que importa, ¿no
es así? Lo reflexiona largamente y sonríe. El oír aquellas risas tiernas,
llenas de una cierta inocencia, lo recupera todo. El volver a una cierta
inocencia, lo recupera todo...
No hay comentarios:
Publicar un comentario