viernes, 30 de diciembre de 2011

al oír la última nota observé tu partida con melancolía y cayendo en un silencio frío y total. Es curioso y a la vez tan absurdo. Te observé toda la noche y no dijé ni una palabra. Solo notas musicales y susurros que deseaba realmente penetraran en tu interior o simplemente llegaran enfrente de ti como una impresión para el amanecer. No dijé nada y jamás pronunciaste nada tampoco. La amargura me susurra, pero yo no decido ir porque mis defensas son bajas, podría caer completamente. En realidad, no deseo esto. Como las últimas notas, como las despedidas que perduran y no deseamos terminar, pero si debemos terminar. Si fuera tan fácil, simplemente me iría y buscaría un nuevo lugar en donde vivir. Apagar la luz en la noche, pero el brillo con el que uno escribe destella hasta el amanecer. Adición: asi ha sido la historia que se repite y se transforma mil veces. Pero ya no puedo y ya no puedo amarte. Me resigno a despedirme y los tonos simplemente se vuelven cada vez más largos. Los ecos de siempre que se vuelvan sordos ahora. Sin decir nada como nuestra vieja costumbre. Las sonrisas las perdemos ahora con más frecuencia. Todo es absurdo, porque lo absurdo uno simplemente lo busca y entonces uno lo crea. Uno es ingenuo y juega con su propia ingenuidad con mayor violencia cada vez hasta llegar al punto en que uno termine por destruirse. -Así parece- el eco de nuevo. Pensaba en tu nombre, te veía sin respirar, busque una canción e intenté decir adiós.

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